Rhakotis. El Día de la Biblioteca.

Black hole in space

Es opinión extendida que la persecución de la supremacía es el motor de la humanidad. Otros piensan que es la búsqueda del conocimiento. Ilusos, ¿acaso eso ha sucedido alguna vez en la historia de vuestra especie?

Los pharoi siempre habían estado ahí, en Rhakotis, el último planeta antes de los agujeros negros gemelos que flanqueaban la entrada al túnel de gusano conocido por El Portal, inspeccionando las astronaves y cobrando el tributo. 

Solo su tecnología, o su magia como la llamaban algunos, permitía el tránsito seguro a través del túnel. El emperador Falero sabía todo eso, y que la naturaleza del tributo se mantenía oculta. Se contaban muchas leyendas, pero los desgraciados que se vanagloriaban de haber regresado de más allá del Portal, torturados en la capital del imperio en el centro de la galaxia, mostraron un silencio empecinado o estallaron en una verborrea sin sentido justo antes de morir. El emperador acabó por convencerse de que todos ellos eran unos farsantes, pero eso no apaciguó su ansia ardiente por descubrir el secreto del Portal, y no solo por afán de expandir sus conquistas más allá; perseguía también la venganza. 

Existía una larga tradición de miembros de la familia imperial que habían intentado someter por la fuerza a los pharoi. El último había sido su padre, Alexos el Soberbio, que partió hacia Rhakotis cuando Falero era muy niño, al frente de una armada que parecía invencible. Jamás volvió a saberse de él ni de las naves, y los pharoi continuaron guardando el acceso al Portal.

Falero había aprendido la lección, y ahora que era el emperador estaba decidido a emplear la astucia. Bajo una falsa identidad se enroló en una de tantas astronaves de buscadores de fortuna que se dirigían al legendario Rhakotis para intentar cruzar el Portal. A él, que solo creía en el poder, el  nombre del carguero le pareció un buen augurio: Eunostos, que significaba buen regreso en una lengua olvidada del planeta natal de su especie, cientos de miles de años atrás.

El disfraz funcionó a la perfección, aunque el Eunostos resultó dedicarse a prácticas lindantes con la piratería. Una vez en órbita alrededor de Rhakotis, un inspector de los pharoi subió a bordo y empezó a entrevistar por separado a los tripulantes. Falero se consumía a la espera de su turno; por fin iba a conocer el precio de cruzar el Portal, pero nada lo había preparado para la pregunta del inspector.

—Dime, ¿qué buscas más allá del Portal a otros universos y qué estarías dispuesto a entregar para atravesarlo? —. Inquirió una voz grave desde aquel rostro ensombrecido por la capucha.

Falero se estremeció al comprender que el reclamo de aquella voz le impelía a decir la verdad.

—El poder absoluto —contestó sin dudarlo, y luego vaciló, horrorizado de lo que escondía su negro corazón—. Las vidas de la tripulación, y de todos los habitantes de la galaxia si fuera preciso.

La figura encapuchada emitió un gorjeo que podía ser tanto una risa como un lamento.

—Tu deseo una vez fue también el mío. El Portal no se abrió entonces para mi, al igual que no lo hará para ti, Falero. Lo que ofreces es insuficiente. El resto de la tripulación puede pasar.

El emperador sintió que la ira lo abrasaba.

—¿Qué pueden ofrecer de valor estos desgraciados?

El pharoi retiró la capucha, y el rostro envejecido de Alexos el Soberbio lo observó sin severidad, casi con dulzura.

—Historias y relatos que conocieron  en sus aventuras por toda la galaxia. Me lo han entregado todo y ahora regresaré con mi cargamento a Rhakotis para acrecentar los archivos de su colosal biblioteca. ¿Quieres acompañarme, hijo?

Falero lo contemplaba incrédulo, como si fuera un fantasma o una ensoñación.

—¿Qué te pasó, padre? ¿Por qué no regresaste? —dijo como si hablara para sí.

Alexos lo condujo en silencio hasta el puente de mando de la Eunostos. La silueta de Rhakotis ocupaba los ventanales, y por encima de ella resplandecía la ondulación iridiscente del espaciotiempo que señalaba la entrada al túnel de gusano.

—Podría haber arrasado el planeta pero eso no habría servido de nada, así que hice un trato con los pharoi. Vi a las naves atravesar el Portal y desaparecer. Yo las seguiría cuando hubiera reunido suficientes historias para pagar a los pharoi y entonces conquistaría otros universos. 

La curiosidad sustituyó a la incredulidad y apagó la ira en el interior de Falero.

—No entiendo por qué nunca seguiste a la flota, padre.  

—Hijo, ni te imaginas los tesoros de Rhakotis. No cambiaría por nada el conocimiento y los relatos de miles de millones de vidas recopilados a lo largo de los eones. Ahora te ofrezco el mismo trato que me propusieron los pharoi: quédate con nosotros, o recorre la galaxia y regresa cuando tengas historias suficientes para pagar. Tú decides.

Falero se imaginó pasando un tiempo en Rhakotis. Así conocería la biblioteca que había transformado a su padre de soberbio en dócil y luego, llegado el momento, atravesaría el Portal en son de guerra. Alexos lo miró como si desnudara los pensamientos del emperador. 

—Hijo, hay algo más que debes saber. Al principio, los pharoi requisábamos todos los soportes escritos. Luego aprendimos que el mejor soporte era la mente de los seres conscientes. En realidad, al extraerles sus recuerdos solo nos anticipamos a lo que les ocurrirá al atravesar el Portal. No sabemos cómo ni por qué, pero todo aquel que viaja a través del túnel de gusano es despojado de su memoria. Solo aquí en Rhakotis preservamos del olvido su legado. Medita en ello y toma tu decisión.

 

Fin de

Rhakotis

 

En verdad es poco original aludir a la biblioteca de Alejandría hoy veinticuatro de octubre, Día Internacional de la Biblioteca, pero no pude resistirme al hechizo de la Gran Biblioteca, verdadero patrimonio de la cultura universal, como el Jardín del Edén, la Odisea o los Vedas. Rhakotis es el nombre de la aldea sobre la que se fundó la ciudad de Alejandría. Euonostos —el buen regreso— era uno de los puertos de la ciudad, y Demetrio Falero fue el gran compilador de la biblioteca original. En la isla de Pharos se alzaba el Faro de Alejandría, maravilla de la antigüedad. Alexos el Soberbio es un homenaje a la figura de Alejandro El Grande, fundador de Alejandría. Durante el periodo de esplendor de la biblioteca los barcos que arribaban a puerto eran registrados no en busca de oro ni tesoros, sino de manuscritos que requisados y copiados pasaban a engrosar los anaqueles de la biblioteca. Luego todo se perdió en la vorágine de la historia.

Feliz Día de la Biblioteca a todos.

8 comentarios en “Rhakotis. El Día de la Biblioteca.

  1. «Es poco original aludir a la biblioteca de Alejandría hoy veinticuatro de octubre», dice Lothrandir… Claro, aludir tan encriptadamente como lo has hecho a dicha institución, con naves espaciales y agujeros negros ¡es lo menos original que hemos visto nunca! Con honestidad te decimos que nos alegramos de que las bibliotecas puedan inspirar homenajes tan dispares (compara las vidas de Falero con la de los hermanos Ibarra, ya sabes).
    Muchas gracias por sumarte a la iniciativa, y ¡feliz Día de la Biblioteca!

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    1. Sì, ora è il nostro turno in Spagna. La colpa è di uno dei peggiori presidenti di governo che abbiamo avuto. Doveva essere d’accordo con Podemos, ma credeva che avrebbe vinto più voti in altre elezioni. Grazie mille per l’interesse e il supporto.

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