Mientras el sol luzca (El narrador de historias) II

Antelope Canyon Arizona on Navajo land near Page

Aquí continúa y concluye Mientras el sol luzca (El narrador de historias) I. Dejo a tu criterio, respetado lector, si lo hace con  derrota o esperanza.

Parsifal trabajó en silencio el resto de la noche, sin que mis ruegos le hicieran cambiar de opinión. Al amanecer, salimos al exterior justo cuando llegaba el muchacho que me pretendía con una delegación de los Ancianos. 

Exigieron al narrador que no volviera nunca a Nueva Esperanza, y cuando adujo que la bomba del pozo no estaba reparada, le dijeron con malicia que pasara el día reparándola. Parsifal dijo que no era posible y entonces lo expulsaron del poblado. Cuando intenté seguirlo, me lo impidieron. 

No sé cómo lo conseguí, pero escarbé el suelo enloquecida y hacia el mediodía logré escapar de la cabaña donde me tenían encerrada. Corrí al desierto tras los pasos de Parsifal. He deseado muchas veces no haber dado con su escondrijo, pero un destino funesto me guiaba aquel día. A unos cinco kilómetros del poblado había una pequeña elevación del terreno, y en su falda sur descubrí un espacio entre las rocas. Me introduje por la grieta y accedí a una galería descendente. A medida que avanzaba sentía la proximidad de algo terrible y hermoso, que cambiaría mi vida para siempre, pero no tenía miedo; estaba decidida a entregarme sin reservas a lo que me aguardaba. 

Con el corazón palpitante dejé atrás el último recodo y descubrí al narrador. En medio de un ensanchamiento del túnel, Parsifal yacía  boca arriba y parecía dormir. Aunque no comprendía lo que veía, tuve la certeza de que me encontraba ante algo que no era humano. Tenía el pecho abierto como los pétalos negros de una flor, y sobre ellos refulgían los rayos de luz que penetraban en abundancia a través de numerosos orificios en la bóveda de piedra. Incapaz de articular una palabra, caí de rodillas y empecé a llorar. 

Parsifal se incorporó, los pétalos se cerraron sobre su pecho y se cubrió con la camisa. Muy despacio, se acercó a mí, sin llegar a tocarme.  Entre sollozos le dije que no me importaba qué o quién fuera; le imploré que me dejara ayudarlo. Él me acogió entre sus brazos y me relató la historia más increíble que he escuchado nunca. Habló de un mundo de maravillas, donde los seres humanos surcaban el cielo en aparatos voladores, incluso alcanzaban las estrellas. Un mundo animado por la magia de algo que llamó combustibles fósiles, hasta que se agotaron, y luego por el poder del átomo que condujo a la humanidad a un desenfreno de guerra y destrucción. Un mundo que se entregó a la esperanza de la energía del sol, cuando ya era demasiado tarde. Esa misma energía lo alimentaba a él desde hacía más de cien años. Viajaba de un enclave a otro ofreciendo su ayuda, y a cambio plantaba la semilla de un nuevo resurgimiento en los más jóvenes. Pero las baterías en que almacenaba la energía solar se habían deteriorado y a duras penas soportaban una noche de actividad. Por eso huía al amanecer. 

—Soy solo un robot, una máquina —dijo separándose de mí—, creada para enseñar a los hombres y mujeres supervivientes el conocimiento que un día tuvieron. 

En el silencio que sobrevino, fui consciente de que el narrador aguardaba una respuesta. 

—Ahora por fin lo entiendo —dije abrazándome a él—. Eres una criatura hecha de luz. Llévame contigo.

Cualquier respuesta que Parsifal pudiera haber dado quedó ensordecida por el súbito estruendo de golpes en el techo y un griterío atronador que se aproximaba desde el túnel. Yo estaba paralizada, pero Parsifal actuó veloz y extrajo del interior de su pecho un objeto cuadrado del tamaño de una galleta; todavía estaba caliente cuando me lo dio. 

—Debes tener fe en lo que te digo, aunque no lo comprendas. Aquí está guardada la sabiduría de la humanidad, su ciencia y su cultura. También, de alguna manera, estoy yo. Consérvalo y quizás algún día encuentres el modo de acceder a su contenido. 

Una turba vociferante irrumpió en la caverna y me separó del narrador. Mientras me arrastraban lejos de él, pude escuchar los gritos de «muerte al demonio» y luego el martillear de las mazas contra el metal. No recuerdo nada más de aquel día.

En castigo por mi deseo impío de ver lo que existía más allá de nuestro poblado, los Ancianos sentenciaron que me fueran sacados los ojos, como recordatorio de la enormidad de mi pecado y para que no pudiera huir. El muchacho que me pretendía consiguió como recompensa por su delación que le fuera entregada como esposa. No era un mal hombre, y fue un buen compañero que se arrepintió de lo que había hecho durante todos los años que vivimos juntos.  Cuando murió, yo hacía mucho tiempo que lo había perdonado.

Aquellos de nuestros hijos que alcanzaron a ser adultos siempre se avergonzaron de su madre. Sin embargo, la vida me ha regalado una nieta que me recuerda a mí cuando tenía su edad. Aprendió a leer y escribir con mi pobre ayuda, y me visita a escondidas para escuchar mis relatos. He intentado plantar en ella la simiente de un nuevo amanecer. Es a ella a quien le he dictado esta historia, y a quien, cuando se aproxime mi último viaje, le entregaré lo que he mantenido oculto todos estos años. Ahí fuera debe existir un lugar donde sepan extraer la magia de la luz, como hacía Parsifal, y así, de algún modo, conectar el objeto que me regaló. He deseado tanto volver a escuchar su voz. Tal vez mi nieta consiga lo que yo nunca pude, mientras el sol luzca.

 

Fin de

Mientras el sol luzca

(El narrador de historias) II

 

Si te apetece, puedes leer la primera parte del relato aquí.

16 comentarios en “Mientras el sol luzca (El narrador de historias) II

  1. Me ha encantado este relato, hacen falta más Parsifal en el mundo, seres que con su luz nos enseñen a los humanos a ser mejores.
    Ojalá esa pieza (galleta) que le dio, algún día su nieta sepa extraer toda la sabiduría que hace falta para crear un mundo mejor.
    Bravo, Bravo y Bravo eres un pedazo de artista!!
    Un abrazo. 🌹💝🙋🏼‍♀️

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    1. Caray, Yvonne, tus elogios me han energizado para semanas 🌟❤️. Significan mucho para mí. No sé qué decir. Tú sabes bien cómo es esto de la creación, una idea te persigue, fermenta en el alma, se abre camino como si tuviera vida propia y si luego al escribirla todo rueda con facilidad y regocijo, pues es lo más. Un beso muy grande para ti y gracias por toda la luz que nos repartes a manos llenas ❤️

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  2. I. Dejo a tu criterio, respetado lector, si lo hace con derrota o esperanza.

    Casi da igual hacer una u otra elección. Tu historia tiene su propia dinámica y la realidad tiene la suya propia.

    Pero tu historia que contiene otra historia -triste-, alumbra una esperanza. Es lo que vale, digo yo…

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  3. Por ser un relato corto, a comparación de un libro, al leerlo no damos cuenta que trasciende la calidad del escritor. No seré crítico literario, pero tus personajes dan vida a tu historia que está escrita magníficamente y que al final nos dejen un mensaje positivo, como es tener fe que podemos hacer mejor las cosas. Un buen final. Saludos.

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  4. Muy buen final aunque lleve a un futuro incierto como el que nos aguarda en nuestra realidad si no hacemos algo pronto. En estos días con la Cumbre del Clima en Madrid, parece que no hay demasiadas salidas porque los que más contaminan no quieren ceder su parte del pastel ¿Servirá de algo que los que no mandamos cambiemos de costumbres? Esa es la gran pregunta. Decía Bardem que solo nos quedan diez años… me parece muy poco para el gran cambio que necesitamos. Espero que no acabemos como la niña de tu historia.
    Un saludo.

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    1. Muchas gracias por comentar, MJ. La concepción del relato fue independiente de la COP25, al menos conscientemente, pero lo que es seguro es que el final de la historia llevaba unos meses rondándome por la cabeza. Espero que esta cumbre sirva de algo, pero de natural no tiendo al optimismo, y menos en este tema. Muchísimas gracias por tus palabras, y por tu interesantísimo blog. ¿Sabes que está siendo una fuente inagotable de ideas para futuros relatos? Respecto a la pegunta que planteas, creo que debemos poner nuestro granito de arena. Yo, como tú, como cada vez más personas, intento cambiar mis comportamientos, embridando lo mejor que puedo mis contradicciones. Un abrazo, compañera de crisis climáticas, de luz y sobretodo, siempre, de esperanza.

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      1. Ay. Me encanta servirte de inspiración… 🙂
        Imaginaba que el relato no venía desde la cumbre pero te ha quedado bastante pareja en el tiempo. A mí desde luego, que justo acabo de leer tu historia. Un saludo, compañero de teclas.

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  5. Muchísimas gracias por pasarte y comentar. ¿Cómo consigues con solo esas tres palabras, «Enseñanza, sabiduría, amor», resumir de forma tan completa y poderosa el relato de Parsifal y la niña-mujer? Me encanta, es genial. Con tu permiso, me lo apunto para utilizarlo 😀 . Por cierto, tienes un blog con una visión de la vida fascinante, diferente, y del que espero aprender mucho. Un saludo y hasta pronto.

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