La felicitación de Navidad (III/III)

 

burning city

En la segunda parte de La felicitación de Navidad, dejamos a Rigoberto y Shira en el Pabellón de las Victorias, a punto de enviar una felicitación muy especial a los soldados del frente. Aquí tenéis la continuación y desenlace del relato.

Empezaba a anochecer. A una señal de Rigoberto, se encendieron las válvulas de vacío que rodeaban el pabellón. Las nervaduras de cristalferro que sostenían el edificio empezaron a resplandecer y el olor a ozono lo inundó todo. Una maraña de rayos de colores cubrió el pabellón. La orquesta, fiel al programa, subrayó con música de vals la trascendencia del momento y también para distraer a la audiencia del continuo chisporroteo de válvulas y transistores.

Algunas de las damas seleccionadas de las primera filas, con gesto de concentración y deslumbrantes como vestales, empezaron a gritar como bacantes y se desmayaron. Shira, envuelta por un aura azulada, de pie en medio del escenario, con los brazos separados y las palmas abiertas, empezó a oscilar ajena al creciente murmullo de intranquilidad de los asistentes. De repente profirió un grito de triunfo y se desplomó. Pero, a excepción de su hermano,  muy pocos repararon en ella, porque en ese preciso instante, las válvulas de vacío estallaron en cadena, una tras otra, con un destello y un horrísono crujido.

La concurrencia, que se había arrojado al suelo de forma instintiva,  empezó a levantarse, pugnando por recuperar su dignidad. El Ministro de la Guerra, mientras se recolocaba las condecoraciones, esbozó una sonrisa al contemplar a los sanitarios recorriendo las filas del auditorio, reclamados aquí y allá por aristócratas que se habían herido al caer o atendiendo a los muchos desmayados. Por un momento, tuvo la imagen de un campo de batalla en el mismísimo corazón del palacio imperial, y la sonrisa se le borró del rostro. En el palco de al lado, el Lord Chambelán abanicaba a la emperatriz.

El Lord Protector envió a su secretario a recabar los informes, vía telégrafo, sobre la reacción de las tropas del frente a la transmisión. Una de las damas desmayadas de las primeras filas, se levantó del suelo y sin preocuparse del cabello revuelto y el vestido descompuesto, señaló con dedo acusador hacia el palco donde estaba el Ministro de la Guerra.

—Dijisteis que estarían de vuelta para Navidad, y llevan años lejos de casa. Nuestros hijos murieron porque nos mentisteis —dijo con voz retumbante, como si viniera de fuera de ella.

Sin dar tiempo a que el ministro se recuperara de la sorpresa, otra mujer se alzó y le dirigió las mismas palabras. Y así una tras otra, hasta configurar un coro que clamaba con múltiples voces, masculinas y femeninas, jóvenes y viejas, con diferentes mensajes, a veces acusadores, a veces suplicantes, otras en forma de lamentos. Y no solo ellas, sino que también damas de alcurnia de los palcos se ponían en pie y dirigían su alegato al Lord Protector, que asistía estupefacto a aquella sucesión de diatribas, algunas proferidas por amigos y amigas, que parecían estar poseídos. Creía haber agotado su capacidad de asombro, hasta que la emperatriz se puso en pie y habló con voz de hombre joven y acento de los barrios bajos:

—Amor mío, tengo frío, y hambre, y mucho miedo. Hasta ahora lo soportaba porque pensaba que vosotros estabais bien, pero de repente, esta noche, he sentido tu soledad, tu sufrimiento, y el de los niños. No pasaré ni un minuto más en esta trinchera. Me vuelvo a casa.

Cuando terminó de hablar, la emperatriz se llevó la mano a la boca y sacudió la cabeza, como si apartara un mal sueño, pero las lágrimas empezaron a inundar su anciano rostro. Con una voz entrecortada que ahora sí era la suya, musitó: «Yo no lo sabía, no podía imaginar tanto dolor, tanto sufrimiento inútil, tanto sin sentido».

Justo entonces, el secretario regresó junto al Lord Protector con un fajo de telegramas, y se los entregó con mano temblorosa. Todos informaban de deserciones en masa en el frente, incluidos los oficiales y varios de los altos mandos. El secretario intentó animar al ministro, y le señaló el resplandor que aumentaba en el este.

—Mi Lord Protector, ya verá como el amanecer hará que las cosas  no parezcan tan negras.

—Estúpido —dijo el ministro, estrujando los telegramas—. No es ningún amanecer, son los barrios obreros que están en llamas. Nunca debí fiarme del hijo de un maldito sastre de Pradapur.    

Rigoberto, arrodillado junto a su hermana, intentaba que recuperara la conciencia. Infatigable, una y otra vez dibujaba con su mano en la palma de la de Shira los signos del lenguaje con el que se comunicaban, sin obtener respuesta, mientras el caos se desataba a su alrededor. 

«¿Qué has hecho, hermanita?». No paraba de repetir.

De repente, Shira tosió y entreabrió aquellos ojos de pupilas apagadas. Con evidente esfuerzo, esbozó unos débiles signos con las manos:

«Esta noche he realizado mi mayor actuación, nunca repetiré nada parecido. Les hice patente a los poderosos el sufrimiento de las tropas en las trincheras, y el de sus familias, y a estas el de sus hijos y maridos en el frente, y a los soldados el de sus seres queridos. Todos compartieron el horror, y ahora conocen la verdad, sin disfraces ni censuras».

«¿Por qué lo hiciste, maldita?», le gritó Rigoberto.

Shira intentó sonreír, mientras la vida se le escapaba. Con un último y agónico empeño, agarró la mano de su hermano y escribió:

«Lo hice por la gente, por nosotros y, aunque no me creas, también por ti. Ellos nunca te habrían aceptado. Ahora tengo que irme. Te deseo Feliz Navidad, querido Rigob-er-Ra».  

 

Fin de

La felicitación de Navidad (III/III)

 

Si os apetece, podéis leer la primera y segunda parte de La felicitación de Navidad,

12 comentarios en “La felicitación de Navidad (III/III)

  1. Buena historia. Original. Está bien esa toma de conciencia repentina de la casta…

    (El entorno que describes, los, nobles y empreratrices me recuerda al de la novela La Reina Roja. Y también por esta especie de mezcla de futurismo, esoterismo y era moderna)
    Saludos y buenas Navidades.

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      1. Grazie mille per le tue parole, Sherabella (con il permesso di Laura 😄). Mi sono appena reso conto che la protagonista si chiama quasi come te 😊. E puro caso, o almeno inconsciamente. Shira è il nome di un dolce budino dall’India. Un grande abbraccio per te, cara amica, per Sally e tutta la tua gente. Buon Natale e Felice Anno Nuovo 🎄🥰🥂

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    1. Muchas gracias por tus palabras. No conozco la novela, pero me pongo a buscarla desde ya. La época de finales del s XIX en Gran Bretaña, con su mezcla de avances científicos y esoterismo (la edad dorada del espiritismo, el Mesnerismo, Tesla, Houdini…) siempre me ha apasionado. Por eso soy un devorador de steampunk y de todo lo que huela a esa época. El mundo que describo pretende remedar de alguna manera el imperio británico, y la capital el fascinante Londres de esos años, así que no puedo estar más contento de haber logrado, aunque sea un poco, evocar en ti esas sensaciones. Muchas gracias y Felices Fiestas.

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