
Vivimos huyendo de nuestros temores personales, aterrorizados por si un día se hacen realidad. Sin embargo, el devenir caprichoso de nuestra existencia nos enseña a menudo que aquello que más tememos no es lo peor que puede pasarnos.
El pánico a no ver la luz de nuevo lo paralizó. Volvió a ser un niño en el funeral de su abuelo. Desafiado por sus primos, se había introducido en el ataúd. Había querido mucho a su abuelo, pero aquel cuerpo era el de un extraño; su insana gelidez lo aterrorizó. La tapa del ataúd cayó sobre él y todo fue oscuridad. Seguir leyendo «Adiós a la luz»