
El dibujante Forges falleció el pasado 22 de febrero. Desconozco cómo de conocido es allende los mares, entre nuestros compañeros de idioma y cultura, pero en la madre patria –a veces madrastra, como reza el poema de Blas de Otero y la magnífica canción cantada por Ana Belén– Forges es un personaje y una persona insustituibles. Concluía muchas de sus viñetas al grito de ¡País!, refiriéndose a la resistencia de la sociedad española a abrazar los cambios de nuestro tiempo.
Se ha ido Forges. Lo escribo y lo releo y me sigue pareciendo imposible, como si fuera otra de sus viñetas, como si entre Gila y él nos estuvieran gastando una última broma. Pero no. La realidad no muestra clemencia alguna ni siquiera con los más grandes y entrañables. Tendremos que hacernos a la idea. Forges nos ha dejado. Él ya cumplió su parte, más que de sobras, ahora nos toca a nosotros recoger el testigo, seguir adelante, por él y por nosotros. La lista de los que nunca olvidaremos comienza a ser ya demasiado larga y dolorosa, signo inequívoco de que nos hacemos mayores.
Creo poder afirmar que para los de mi generación, Forges nos ha acompañado toda la vida. Cumpliré cincuenta años en mayo y no recuerdo un momento en que no conociera las viñetas de Forges, su visión siempre certera sobre nuestra realidad, compasiva y crítica a partes iguales, y su optimismo a pesar de todas las razones para desesperar.
Me dedico a la medicina desde hace más de treinta años, y puedo afirmar que sus viñetas sobre el mundo sanitario eran atinadas y reveladoras a un tiempo, como si fueran hechas por un compañero de tantas guardias. Nunca supe de donde procedía su conocimiento de la vida en los quirófanos y los hospitales, supongo que a través de algún amigo perteneciente a este mundillo que habito. Tampoco es que importe demasiado.
Forges se ha ido, y ahora por fin empiezo a hacerme a la idea. Las veces, más frecuentes a medida que uno se hace mayor –vaya palabrejo- en que la vida nos parece injusta, absurda, deleznable y sin valor, me basta con recordar a Forges y a otros como él para reconfortarme en el pensamiento de que no estamos solos en este valle, de que vale la pena arrostrar la vida y su sin sentido solo por conocer a esas personas. No sé si en el más allá nos espera algo más que volver a ser materia de estrellas, pero al menos aquí abajo hemos conocido a Forges. Con tanta palabra me ha entrado hambre. Creo que me comeré un bocata –término que él acuñó– a su salud.
En memoria de Antonio Fraguas, siempre Forges.
Que la tierra le sea leve.
100%. Forges parecía tener un conocimiento interno de todos los ámbitos de nuestra sociedad, porque en lo referente a libros, bibliotecas, el hábito de leer, etc. tampoco falla ni una viñeta. Y es cierto, eran viñetas en periódicos que siempre pensábamos que estarían ahí porque siempre había sido así…
Nos sumamos a este homenaje (lo cual nos resulta muy fácil porque, total, ya está escrito y no nos cuesta esfuerzo alguno…).
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Totalmente de acuerdo también con lo que dices. ¡Gracias por comentar!
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