Las cigüeñas han regresado, los dias se alargan palpablemente, los cerezos y almendros en flor. La naturaleza nos obsequia con un adelanto de la primavera, la época del renacer a la vida. 

El sol asciende por un cielo sin nubes y su luz destierra las sombras del parque. Una brisa suave mece la hierba y apenas levanta una onda en el estanque cercano. 

El trino jubiloso de los pájaros y el ocasional zumbido de una abeja recuerdan que ha llegado la primavera. Es lunes por la mañana, el  primer día despejado tras un invierno frío como pocos, y desordenadas formaciones de chiquillos invaden la pradera. Unas muchachas de rostros rubicundos intentan mantener la disciplina, pero se produce una desbandada y se extiende una algarabía de risas y voces por encima de la sinfonía de aromas y colores, ahogando el canto de los pájaros y el zumbar de las abejas; nadie vive la primavera como los niños. Parece una postal animada de Central Park. No falta ni siquiera el individuo en un banco con una bolsa de papel a su lado. Sólo que la gabardina y los zapatos son demasiado nuevos y caros. El hombre presencia la chillona marea con gesto inexpresivo y la mirada perdida en algún lugar de su memoria. Con un movimiento casi ajeno, muy despacio, saca una pistola de la bolsa de papel.

Fin de

Primavera