Con la continuación y conclusión de Santa Claus is coming to town parte I y Santa Claus is coming to town parte II llegan a su fin estas Crónicas del Grinch de la Navidad de 2017. Os deseo un Muy Feliz Año a todos.
(Lyman, sorprendentemente, sigue vivo y tiene un plan para enfrentarse a Santa)
Hubo una detonación y luego una sacudida, como si una montaña se viniera abajo. Cuando consiguieron abrir las puertas vieron que el refugio se encontraba en el centro de un cráter gigantesco. El viejo MacReady recorrió el terreno en busca de un imposible, pero no encontró a nadie. El cielo empezaba a clarear por el oeste y tampoco había rastro del trineo de Santa. Frank y su abuelo se sentaron en el suelo y después de un rato en silencio, el anciano empezó a hablar.
—En 1966 nos enviaron a Lyman y a mí en un vuelo secreto. Debíamos fotografiar una zona del polo norte en la que habían desaparecido barcos y aviones, una especie de triángulo de las Bermudas. Perdimos el control de la cápsula y tuvimos que aterrizar sobre el hielo. Salimos ilesos de milagro, aunque sin radio ni provisiones nos esperaba una muerte segura. Para pasar el rato mientras esperábamos el final, le propuse a Lyman un juego: en aquel lugar desolado era fácil imaginar que habíamos aterrizado en Marte. Ese había sido mi sueño de niño. Cuando vi llegar a esos engendros mitad reno y mitad no sé qué, creí que deliraba. Nos arrastraron a su fortaleza que resultó ser una gigantesca nave espacial. No éramos los únicos prisioneros. Había animales y personas de todas partes de la Tierra, incluso astronautas soviéticos. Un ser monstruoso estaba al mando. Era aterrador, de color rojo, con ocho brazos y penachos blancos en lo que parecía la cabeza; en seguida lo bautizamos como Santa Claus. Era un maldito sádico que descuartizó a varios prisioneros como parte de un experimento; los mantuvo conscientes todo el tiempo. Todavía sueño con ellos y oigo sus gritos.
El abuelo MacReady se apretó la cabeza casi calva, como queriendo borrar aquel recuerdo; nunca lo había conseguido.
—El segundo de abordo era un ser de la misma clase que el malnacido de Santa, algo más pequeño y no tan cruel. Un día, Santa me quitó una fotografía de tu abuela y tu madre. Enloquecido, me abalancé sobre él. Recibí una paliza brutal y me habría matado de no ser porque el segundo, al que Lyman había bautizado como La Cosa, se enfrentó a él y me salvó la vida. Discutieron a grandes gritos y luego me devolvieron a la celda.
—Ese ser era Claire ¿verdad? —preguntó Frank.
—Sí, aunque entonces no tenía el aspecto de tu abuela. Un día el campo de fuerza de la celda desapareció; podía ser otro de los crueles experimentos de Santa, lo había presenciado otras veces, pero todo me daba igual: Lyman no tenía familia, pero a mi me esperaba una mujercita y una niña maravillosas. Tenía que escapar como fuera. Por supuesto era una locura, nunca habríamos sobrevivido en aquel páramo helado. Mientras recorríamos el dédalo de túneles viscosos de la nave me parecía oír una voz en mi cabeza indicándome el camino correcto. Logramos alejarnos unos pocos kilómetros antes de que nos alcanzaran. Santa llegó después. Reconocimos en su rostro la sonrisa que mostraba antes de una sesión especial de tortura. Estábamos acabados. En ese momento irrumpió La Cosa. Claire, que todavía no era Claire, rechazó las acometidas de las hordas de renos mutantes o lo que fueran; luego resistió el ataque de las babosas verdes a las que llamábamos elfos; finalmente se enfrentó a Santa. No puedo describirte con palabras la lucha que tuvo lugar.
Frank escuchaba hipnotizado, casi sin respirar. La luz aumentaba con rapidez y en dirección al sol naciente vio, muy lejos, una columna de polvo que atribuyó a un tornado. Al fin y al cabo estaban en Kansas. MacReady prosiguió:
—El combate acabó y Santa se retiró a la nave espacial vociferando lo que luego supimos que era una advertencia para su segundo: cuando volvieran a enfrentarse lo mataría. Claire, La Cosa, incluso herida de gravedad, nos guió por el hielo, nos alimentó y nos dio calor. Cuando alcanzamos Groenlandia estaba exhausta, al borde de la muerte. Tardó un año en recuperarse, y a pesar de su fabulosa capacidad de sanación, perdió parte de su poder y nunca volvió a hablar.
—La Cosa, Claire, ¿por qué os ayudó? —preguntó Frank con un ojo en el avance del supuesto tornado.
—No soportaba por más tiempo la brutalidad de Santa. Ambos proceden de la Alfa Centauri y han viajado por toda la galaxia recopilando información sobre las diferentes formas de vida. Llegaron a la Tierra hace miles de años, al principio de la última glaciación. Hace mucho tiempo que deberían haber proseguido su viaje, pero en algún momento Santa perdió la razón y se convirtió en el monstruo de crueldad que es ahora. Desde que Claire nos ayudó a escapar hemos estado huyendo, cambiando de escondite continuamente. A veces Santa tardaba años en encontrarnos, otras nos localizaba recién instalados. A los suyos no les sienta bien el calor, y por eso Santa envía a sus tropas en Navidad. Nunca hasta ahora había venido él en persona. Lo demás ya lo sabes.
Frank sintió reavivarse su furia. Eso no podía ser todo. MacReady le sostuvo la mirada durante unos instantes.
—Tienes razón, eso no es todo. Cuando por fin regresamos tu abuela ya no estaba y a tu madre la habían adoptado. La NASA, el gobierno, todo el mundo nos daba por muertos. Pero cuando has trabajado para ellos aprendes a ser cauteloso. Intenté ver a tu madre y me encontré con un despliegue de la CIA vigilando la casa de su nueva familia. Tuve que huir. Si me hubieran capturado habrían encerrado a Claire en algún laboratorio en Nevada[1] y nunca habría visto la luz del sol, además de utilizar sus habilidades para la destrucción. Pensé muchas veces en llevar a tu madre conmigo, pero ¿qué clase de vida habría tenido? Acepté que era mejor dejar las cosas como estaban. Hemos estado huyendo del gobierno y de Santa todos estos años. Cuando tus padres murieron Claire se encargó de mantener contacto mental contigo. Lo creas o no, estos cuatro años han sido los más duros de mi vida. Yo pensaba que lo mejor para ti era seguir creyendo que yo estaba muerto, pero Lyman y Claire no opinaban lo mismo. Decían que tenías derecho a tomar tu propia decisión.
Frank empezaba a comprender. La vida era más complicada de lo que había creído hasta ahora. El tornado asemejaba ahora la polvareda de un coche que avanzara a gran velocidad. MacReady se puso en pie de un salto y abrazó a su nieto. Claire se materializó de entre la nube de polvo llevando a Lyman en brazos.
«Saltó en parapente después de lanzar el helicóptero contra Santa. Está herido, pero se curará».
—Me alegro tanto de veros —dijo MacReady exultante—. ¿Santa ha muerto?
—Por desgracia no —contestó Claire—, pero tardará tiempo en recuperarse.
—Bien —dijo el abuelo—. Ahora recogeremos lo que podamos y nos iremos. Frank, te dejaremos en el aeropuerto para que regreses a Nueva York.
—Abuelo, he tomado mi decisión, quiero irme con vosotros.
—No puede ser. Esta no es vida para ti, ¿qué clase de futuro te espera en nuestra compañía?
—Ella puede enseñarme más cosas que cualquier profesor. Claire, entiendo que tengas ese aspecto para agradar a MacReady, pero ¿podrías de vez en cuando ser como mamá?
La Cosa-Claire sonrió e inclinó la cabeza.
—Yo también voto porque el chico se quede —dijo Lyman abriendo los ojos—. Jimmy, solo faltas tú. ¿Qué decides?
—Sigo pensando que estaría mejor con una familia normal.
—Abuelo, ¿qué habría hecho mi madre en mi lugar?
MacReady soltó una carcajada.
—Mi pequeña Dorothy[2] habría saltado dentro de un tornado si pensara que la llevaría a otro planeta. Esta bien, tú ganas. En marcha.
Fin de Santa Claus is coming to town
Si no leíste las otras dos partes: Santa Claus is coming to town parte I y Santa Claus is coming to town parte II
[1] Nevada: es el 36º estado de la Unión, y se supone que alberga instalaciones secretas del gobierno de los EEUU. La capital es Carson City y la ciudad más poblada Las Vegas.
[2] Dorothy: nombre de la niña protagonista de El maravilloso mago de Oz. La niña vive en Kansas con sus tíos y es arrastrada por un tornado al mundo de Oz, junto con su perrito Totó .
Nota final y reconocimientos: A parte de en el villancico que da título al relato, y del libro El maravilloso mago de Oz de 1900 de Frank Lyman Baum, me he inspirado en la película La Cosa (El enigma de otro mundo) de 1982, que narra como un equipo científico en la Antártida desentierra a un extraterrestre del hielo y debe enfrentarse a él.
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